AUDIO
Todos tenemos momentos maravillosos donde pensamos que nada nos hace falta, que todo lo tenemos y todo lo podemos.
Pero también hay momentos de dificultad donde nos sentimos desesperados quisiéramos que alguien esté con nosotros diciéndonos cuanta conmigo. Cundo miramos para todo lado y no encontramos a nadie nuestro corazón desfallece y parece que todo se nos derrumba. En cambio cuando miramos para algún lado para pedir ayuda y en medio de nuestro desespero alguien nos dice. ¡Cuánta conmigo, tú no estás solo! Sentimos que nuestro corazón se estremece de alegría.
El pueblo de Dios siempre ha estado en constante peligro de condenación desde el pecado de Adán. Jehová puede salvarnos tan solo con un mover de dedos pero él ha depositado su confianza en el hombre.
Él estaba muy triste esperando a quien mandar a esa misión maravillosa de llevar su palabra a las naciones. V 8 a “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”
Pero para su alegría la respuesta no se hizo esperar y el profeta Isaías se ofreció. V 8 b “Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.”
La humanidad sigue estando en el peligro latente de condenación. Jehová de los ejércitos entrego la vida de su propio y único hijo para a través de él propiciar nuestra salvación.
Jesucristo no va a morir o través para hacernos salvos el ya hizo lo que tenía que hacer ahora la responsabilidad de continuar con ese legado de evangelización nos corresponde a nosotros los hombres. Mateo 28: 19-20 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Jesucristo entreno a doce para que ellos entrenen a otros y estos a su vez entrenen a otros. Dios quiere que conformemos una cadena de salvación a través del evangelio.
Nosotros los hombres somos el medio que Dios quiere utilizar para continuar con ese plan maravilloso de salvación.
Ha pasado muchos años y la oración de Jesucristo sigue siendo una necesidad en nuestros tiempos. Lucas 10: 2 “Y les decía: La mies a la verdad es mucha, más los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.”
Dios es quien nos prepara y santifica para que podamos ser dignos de llevar su palabra de salvación. Isaías 6-7 “Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.”
Cada vez son más las personas que se hacen cristianas pero no porque estén ansiosos de servirle a Jesucristo como sus obreros para llevar la palabra de salvación. Hoy en día los templos se llenan de gente que va tras un show o tras una promesa de milagro.
Como pude salvarse la humanidad si ya las iglesias no predican el evangelio de arrepentimiento para salvación. Ahora solo se dan hermosas conferencias de acuerdo al gusto de los espectadores. Romanos 10: 14 “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”
Cada vez hay más cristianos acomodados que solo buscan lugares donde les hablen lo que a ellos les gusta escuchar. 2 Timoteo 4: 3 “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,”
Isaías tuvo la valentía de decir heme aquí envíame a mí. Tú que dices. Prefieres como dice el dicho: ver los toros solo desde la barrera o prefieres también decir yo quiero: envíame a mí. Cada vez se necesita más personas dispuestas a desacomodarse de sus sillas en la espera de un milagro para convertirse en un eslabón más de esa cadena maravillosa de salvación.